Laura Verissimo

El libro es ese interlocutor siempre disponible y siempre tolerante a mi volubilidad. Un mismo libro, que hoy me atrapa, antes me produjo rechazo; un mismo autor un día me divierte y otro me angustia. Y el libro, en papel o electrónico, me soporta, sobrevive -herido por mis marcas- a mis locuras. No conozco una relación amorosa más incondicional.

«Oír con los ojos. Un programa bajo los efectos de la lectura», inspirado en Quevedo:

“…con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
O enmiendan o fecundan mis asuntos….”

Desde que entramos en este tiempo en que se nos impuso la e-practice (parafraseando el hallazgo del Laboratorio de Niños), quedamos enfrentados a explorar la sinestesia y la cinestesia en juego en nuestra escucha.

El desacomodo inicial ha llevado a afirmaciones tales como que el “cuerpo queda afuera” -o que el “cuerpo real” queda afuera- de la experiencia analítica en las actuales condiciones, en las que se trataría, entonces, ¿de encuentros sin cuerpos?

¿También estaría ausente de la literatura amorosa, poética o epistolar, de la seducción de una voz en el teléfono, de la música?

El cuerpo, para nosotros analistas, es el cuerpo “condenado al deseo, como a la muerte” (Leclaire). Cuerpo hablante, invocante, pulsando de modo constante, como no se cansó de enfatizar Freud. Pulsación deseante que se filtra en la palabra y por los intersticios de un movimiento corporal, de un tono o una secuencia prosódica, un silencio, una mirada, un gesto sutil.

Estamos trabajando en un entrecruzado de sensaciones por momentos abrumadoras: vemos, oímos, somos vistos, somos oídos en una espacialidad de superficie y profundidad en la que, a la vez, nos vemos -como no ocurre en nuestro consultorio- y nos oímos de un modo diferente. La voz, la del otro y la propia, adquiere un sonido metálico, a veces sincopado, a veces sostenido, perturbador.

Pascal Quignard, para quien la experiencia sonora es siempre cinestésica, sostiene que “el eco es el lugar del doble sonoro, del mismo modo que la máscara es el lugar del doble visible”. El cuerpo real no queda afuera. Por el contrario, diría que lo más difícil de soportar es, justamente, ese real que asoma en el eco de mi propia voz y en mi presencia en la pantalla, que me enfrenta a una imagen familiar e inquietantemente extraña a la vez, un doble en el que no me reconozco.

Como cantaba Silvio, “no es lo mismo pero es igual”.

“Para quien lee una novela, como para quien escucha música, la tierra que pisa es un hacer silencio” (Quignard). También para el psicoanalista “hacer silencio en sí” es la condición de su escucha, lo que no es fácil en estos tiempos.

Aún así, el deseo, encarnación de lo inconsciente, así como la falta que lo produce, animan la significancia (ansia) que circula entre analista y analizante aún en tiempos de pandemia.

Laura Verissimo. Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay. Representante latinoamericano en el Board de la IPA. Fue editora de Calibán y actualmente integra el Consejo Consultivo de Calibán, RLP

Referencias:
Francisco de Quevedo. Soneto.
Radiomundo 1170 A.M.. “Oir con los ojos”. Conduce: Fernando Medina.
E- Laboratorio de niños. Pensando la clínica en tiempos de coronavirus. Actividad Científica APU, viernes 8 de Mayo, 2020. 
El odio a la Música. Pascal Quignard. Cuenco de Plata.

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